martes, 7 de abril de 2009

Este sabado fue un golazo!




Clavado en la esquina de Aristóbulo del Valle y Palos, la Boca, a una cuadra de la Bombonera, funciona el Centro Barrial Puertas Abiertas. Visto de afuera es igual a muchas de las viviendas de la zona: un conventillo de paredes de chapa, uno o dos pisos, balconcitos sostenidos por hierros oxidados y maderas, y las largas ventanas abiertas de par en par. Pero una vez adentro, después de descender tres escalones de cemento, lo que uno se encuentra es un salón con cuatro palotes que van del suelo al techo, un par de sillones, dos mesas para seis u ocho personas con manteles multicolores, una pequeña boblioteca, una cocinita al fondo, un mostrador con golosinas y un par de heladeras con bebidas frías. Estaba claro que por ahí dentro circulan algunas personas más que las que pueden llegar a componer un núcleo familiar. ¿La razón? Allí dentro funciona un comedor social para los chicos y grandes del barrio.
El sábado 04/04/2009, desde las 11.30 de la mañana, unos treinta compañeros y compañeras nos acercamos hasta el barrio de la Boca para lavarle la cara al comedor Puertas Abiertas, y lanzar, oficialmente, junto a quienes lo sostienen semana a semana, los talleres y actividades para todo el 2009: Alfabetización y Terminalidad de la Primaria para adultos, Asesoría jurídica, Grupo de Mujeres, Taller de Electricidad domiciliaria, y charlas sobre la realidad política nacional, entre otras cosas.

La referente del local se llama Sonia, uruguaya de nacimiento, argentina por adopción, una señora de mediana estatura, pelo corto y ojos claros punzantes que trabaja para los chicos y grandes del barrio desde el año 2002. “De dónde viene mi vocación solidaria”, re preguntó, cuando quisimos saber de ella: “Dios me dio una nueva oportunidad después de una operación muy complicada que me dejó secuelas físicas para toda la vida”. La teníamos sentada frente a nosotros, en una de las mesas del salón: “me junté con otra mujer del barrio y empezamos a ofrecerle un plato de comida a los chicos del playón (a dos cuadras del comedor), a darles una mano cuando caían presos, darles cierta contención a los padres”. Cada tanto entraba un nene, o dos o tres adolescentes con la remera de Boca, y le consultaban por diferentes cuestiones. Ella resolvía en seguida, con un gesto o dos o tres palabras. Nos contó que, cuando arranca, de política no entendía nada, pero que al tiempo, y a partir de la participación cada vez más activa que tenía en los piquetes del barrio, fue aprendiendo lo que era la lucha. Trabajó un tiempo con una organización, después con otra, y al tiempo sola, ya en el comedor que hoy se llama Puertas Abiertas, y sin su antigua socia. A mediados del año 2004 se une a la Mesa de Enlace (sí, Mesa de Enlace), del barrio de la Boca, donde confluían muchas organizaciones políticas y sociales del barrio. A esta altura, nos cuenta Sonia, su bagaje político era mayor, y se daba el lujo de elegir con quienes sí, y con quienes no, construir políticamente. “Hay mucha hipocresía”, nos dice, después de indicarle a un compañero donde podía lavar un pincel, y a otra donde quedaba el baño, “fijate lo que pasa ahora con la muerte de Alfonsín: muchos de los que se muestran con lágrimas de cocodrilo son los mismos que lo defenestraban durante su gestión”.

A mediados del 2008, Maria Elia Capella, una compañera de GEN, se acerca al comedor, y teje una relación política con Sonia. Al tiempo, se acerca Carlos Pisoni, otro compañero, y entre los tres, y otros compañeros, deciden lanzar, a comienzos de abril, las propuestas productivas para todo el año, y en el marco del proyecto nacional y popular que encabeza Cristina. “Acá en el barrio casi todos la votamos a Cristina”, nos cuenta, “porque como ella, creemos que a la gente humilde no alcanza con darle un plato de comida: también hay que darle trabajo y educación”.

Junto a nosotros trabajaron, codo a codo, y durante toda la jornada, varios de los chicos que asisten durante la semana al comedor. Pibes que tenían entre cinco y doce años. Le pasamos trapo a las chapas, lijamos las paredes, y pintamos. Pusimos una mesa en la esquina con los volantes de las actividades, y algunas revistas de GEN, y salimos a pegar algunos afiches por la manzana. Los chicos le ponían mucha garra a la actividad. Nos sacábamos fotos cada diez minutos. Al mediodía comimos unos choripanes que un compañero había preparado en la calle, y antes y después del almuerzo, de manera constante, rasqueteamos y le pasamos una mano de cal al paredón de la esquina de enfrente, con la idea de que un compañero muralista, haga su trabajo, allí, la semana que viene, con consignas relacionadas a las elecciones legislativas del próximo mes de junio.

Después del mediodía fueron cayendo muchos compañeros, entre ellos Juan Cabandie, legislador de la Ciudad de Buenos Aires por el Frente para la Victoria, y Andrés Larroque, referente de la Cámpora. Ambos estuvieron charlando un rato con Sonia, en el salón, y después, una vez que ya habíamos terminado de pasarle una buena mano de los más disímiles colores al tradicional conventillo que ocupa toda la esquina, y colgar el nuevo cartel del comedor, sobre la puerta de entrada, y debajo del destartalado balconcito, nos regalamos un aplauso general, y unas fotos junto a los vecinos que ya están trabajando por, y para el barrio.

Para nuestra sorpresa, varios de los chicos del barrio, no eran hinchas de Boca. Sonia tampoco: “soy del Rojo”, nos confesó. No en voz baja, como uno hubiese creído, ya que sabe muy bien quién es y por qué está ahí, trabajando para la gente, pero esa, la cuestión del fútbol, que se respira en cada baldoza de la manzana, tan presente en la república de la Boca, es otro cantar.

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